EL TORREÓN
En la visita al Torreón te contaremos la historia de la Bal d´Onsella y del "Palacio episcopal del obispo de Pamplona" del que solo se conserva esta torre que te mostraremos.
La torre de Navardún que es la más hermosa de época gótica en la zona, hoy luce restaurada, después de las obras realizadas por la Diputación Provincial de Zaragoza que culminaron en 2011. De planta rectangular y erigida en piedra de sillería bien trabajada y asentada, con 26 metros de altura se yergue orgullosa.
Data del s. XIII y presidió un recinto fortificado del que hoy solo quedan algunos vestigios: recinto de planta alargada, levemente trapezoidal, que se extendía en unos 400 m2 y se completaría con un foso. En ese espacio se distribuyeron, alrededor del patio de armas, distintas dependencias; las principales, no obstante, tanto militares como señoriales, estuvieron en el interior de la gran torre. La antigüedad del lugar va escrita en su nombre “Navardunum” ya que el sufijo celta “dunum” significa castillo o fortaleza.
El interior de la torre está dividido en cuatro plantas de suelo de madera, tal como fue en principio pero ahora con cómodas escaleras. Ya dentro vemos curiosamente dos espacios divididos por un gran muro de piedra: uno principal que sirvió como residencia, y otro más pequeño orientado hacia el escarpe que mira hacia la población y hacia Navarra, de carácter claramente militar.
Al espacio militar solo se tenía acceso desde una poterna o puerta menor que lo comunica con el exterior. El espacio residencial tiene la puerta hacia el recinto defensivo y está situada levemente en alto.
La planta baja está cubierta por una bóveda de piedra y seguramente sirvió como almacén. Las tres siguientes iban divididas por techumbres planas de madera sobre vigas y tenían muy poca iluminación.
En la última planta, por la parte que hemos denominado “militar”, había una letrina.
Sólo el cuarto piso posee un carácter noble, mayor altura, dos arcos soberbios apuntados de piedra, cubierta de madera; y tres lados abiertos al exterior con ventanitas ajimezadas con arcos apuntados. Es una estancia verdaderamente señorial.
Y desde este nivel accedemos directamente a la terraza almenada: panorámica del río, la Sierra de Peña, el valle del Aragón y la vecina Navarra, los pueblos de Gordués y Urriés, la Sierra de Leyre, los montes de Santo Domingo, Luesia y Uncastillo.
Se conserva además el aljibe y parte de las conducciones subterráneas que, por su gran tamaño, podían servir en caso necesario de vía de escape.
Los mayores del lugar recuerdan sus correrías infantiles por esos túneles.
Con calma se recorrerán todas las estancias de la torre para explicarnos cómo era la vida aquí hace setecientos años: la guerra, la fe, el trabajo, la importancia del estamento eclesiástico, la relación entre los reinos de Pamplona y Aragón, los arreos militares, la Corte, el dinero, los libros, la muerte... Y también la peculiar historia de Navardún, tan desconocida y tan interesante.
Texto extraído de: Ruta 9.- La tierra que vio nacer a Fernando II de Aragón: Románico y naturaleza. Ed. Turismo DPZ, año 2016.
www.dpz.es.
La torre de Navardún que es la más hermosa de época gótica en la zona, hoy luce restaurada, después de las obras realizadas por la Diputación Provincial de Zaragoza que culminaron en 2011. De planta rectangular y erigida en piedra de sillería bien trabajada y asentada, con 26 metros de altura se yergue orgullosa.
Data del s. XIII y presidió un recinto fortificado del que hoy solo quedan algunos vestigios: recinto de planta alargada, levemente trapezoidal, que se extendía en unos 400 m2 y se completaría con un foso. En ese espacio se distribuyeron, alrededor del patio de armas, distintas dependencias; las principales, no obstante, tanto militares como señoriales, estuvieron en el interior de la gran torre. La antigüedad del lugar va escrita en su nombre “Navardunum” ya que el sufijo celta “dunum” significa castillo o fortaleza.
El interior de la torre está dividido en cuatro plantas de suelo de madera, tal como fue en principio pero ahora con cómodas escaleras. Ya dentro vemos curiosamente dos espacios divididos por un gran muro de piedra: uno principal que sirvió como residencia, y otro más pequeño orientado hacia el escarpe que mira hacia la población y hacia Navarra, de carácter claramente militar.
Al espacio militar solo se tenía acceso desde una poterna o puerta menor que lo comunica con el exterior. El espacio residencial tiene la puerta hacia el recinto defensivo y está situada levemente en alto.
La planta baja está cubierta por una bóveda de piedra y seguramente sirvió como almacén. Las tres siguientes iban divididas por techumbres planas de madera sobre vigas y tenían muy poca iluminación.
En la última planta, por la parte que hemos denominado “militar”, había una letrina.
Sólo el cuarto piso posee un carácter noble, mayor altura, dos arcos soberbios apuntados de piedra, cubierta de madera; y tres lados abiertos al exterior con ventanitas ajimezadas con arcos apuntados. Es una estancia verdaderamente señorial.
Y desde este nivel accedemos directamente a la terraza almenada: panorámica del río, la Sierra de Peña, el valle del Aragón y la vecina Navarra, los pueblos de Gordués y Urriés, la Sierra de Leyre, los montes de Santo Domingo, Luesia y Uncastillo.
Se conserva además el aljibe y parte de las conducciones subterráneas que, por su gran tamaño, podían servir en caso necesario de vía de escape.
Los mayores del lugar recuerdan sus correrías infantiles por esos túneles.
Con calma se recorrerán todas las estancias de la torre para explicarnos cómo era la vida aquí hace setecientos años: la guerra, la fe, el trabajo, la importancia del estamento eclesiástico, la relación entre los reinos de Pamplona y Aragón, los arreos militares, la Corte, el dinero, los libros, la muerte... Y también la peculiar historia de Navardún, tan desconocida y tan interesante.
Texto extraído de: Ruta 9.- La tierra que vio nacer a Fernando II de Aragón: Románico y naturaleza. Ed. Turismo DPZ, año 2016.
www.dpz.es.